Algunos niños presentan dificultades atencionales, siendo difícil llamar su atención si no es a través de actividades altamente reforzantes para ellos. Generalmente, en estos casos, los padres los definen como despistados, descentrados y olvidadizos. Son niños a quienes les cuesta no distraerse con otros estímulos del entorno, les cuesta adquirir rutinas, organizarse o planificar actividades por ellos mismos. Pueden ser menores con una gran dificultad a la hora de seguir las instrucciones ya que a menudo olvidan elementos importantes a la hora de ejecutar tareas por el obstáculo que implica para ellos poder atender de forma sostenida a largas explicaciones.
Todas estas dificultades, a menudo pueden acabar generando conflictos entre el menor y los iguales o incluso con el adulto. Conflictos que a menudo, se manifiestan en el niño mediante reacciones emocionales intensas y una alta frustración. Todo ello, contribuye a que disminuya la confianza del menor en sus propios recursos y capacidades. Por ello, es importante adaptar los estilos educativos ante estos niños, fomentando su autoestima y cuidando nuestra comunicación, ofreciendo los apoyos que pueda necesitar en cada momento para resolver las tareas de forma satisfactoria.
En primer lugar, por lo que se refiere a la comunicación, es importante asegurarnos de que hemos captado su atención antes de darle instrucciones. Podemos realizar cambios en el tono de voz para llamar su atención o ayudarnos de pequeños contactos físicos como poner una mano en su hombro suavemente mientras esperamos a que nos dirija la mirada. Es entonces cuando debemos fijarnos en como nos expresamos verbalmente. Aumentaremos las probabilidades de éxito si utilizamos frases cortas, claras y sin muchos preámbulos. Si debemos pedir más de una cosa, es mejor no dar muchas instrucciones seguidas sino esperar a que realice aquello que le hemos pedido primero y una vez la haya completado, proceder con la segunda consigna. De este modo, evitaremos que olvide elementos importantes durante su realización.
Por otro lado, si se trata de una tarea compleja que incluye diferentes pasos, podemos ayudarlo para planificar cómo va a organizarse. Del mismo modo, si la tarea implica varias acciones, podemos fragmentarla en otras de más pequeñas y posteriormente proceder con la planificación de estas de forma conjunta con nuestro hijo. Es igualmente importante, transmitir la información justo en el momento en que deba realizar la tarea. Debemos tener presente que si dejamos que pase mucho tiempo entre que damos la consigna hasta que debe ejecutarla, estamos aumentando las posibilidades que olvide elementos importantes.
En último lugar, y no por ello menos importante, para asegurarnos que ha entendido aquello que le pedimos, podemos utilizar recursos como el pedirle que repasemos juntos aquello que debe hacer y que sea el niño quien exprese verbalmente los pasos a seguir. Al principio, podemos ofrecer más ayuda o soporte para que pueda realizar la actividad con éxito y, a medida que veamos que va adquiriendo más autonomía, podemos ir retirando las ayudas de forma progresiva para fomentar de este modo su autoconfianza. En la misma línea, durante todo el proceso, es importante no olvidar destacar y reforzar aquellos logros que consigue día a día así como recalcar las cualidades positivas del niño.